Y allí
estaba, en medio de una plaza después de haber pasado todo tipo de desdichas
solo por querer encontrar la ciudad de los Inmortales. Había soportado sed,
calor, muertes, todo tipo de males en aquel desierto. ¿Y todo porque? Por
querer encontrar la ciudad... ¿Para qué? ya ni me acuerdo...
Al
final tantos días, años... lo que fuese en el desierto me habían dejado sólo
llegando a ni sabía dónde ya que mi caballo había decidido por mí. Lo que sí
que recuerdo es cuando me levante maniatado aquella mañana, en el suelo tirado
y de fondo vi unos muros oscuros sin puerta ninguna: la ciudad de los
Inmortales. Había un riachuelo del que me falto tiempo para beber y después me
percaté de la existencia de unos seres grises que salían de cuevas para cazar
serpientes. Después de este descubrimiento, empezó mi investigación sobre la
ciudad dónde no existía ninguna puerta de entrada pero acabe descubriendo unas
escaleras que me dirigieron a un laberinto de cámaras redondas y muchas puertas
que llevaban a salas iguales una y otra vez.
Y así pasó el tiempo hasta
que me encuentre en la ciudad, a la luz del día y sus construcciones me
rodeaban. Estaba quieto, con los ojos cerrados disfrutando de la luz del sol,
luz que ya ni me acordaba de cómo era sentir los rayos en mi cara. De repente,
escuche pasos. Abrí los ojos rápidamente como esperando encontrarme a alguien a
mi lado, mirándome y que fuese a decirme algo explicándome donde estaba. En
cambio, me encontré sólo de nuevo enfrente de la gran ciudad y lo único que
alcance a ver cuando abrí los ojos fueron unas piernas que corrían mientras
desaparecieron detrás de una esquina. No sé muy bien porque actué así pero
corrí detrás de esa persona, no sé si por desesperación de contacto humano o
por sencilla curiosidad pero me puse a perseguirle. Detrás de esa esquina hubo
otra, y luego otra y así perdí la cuenta de cuantas era, parecía todo de nuevo
el laberinto pero en vez de nueve puertas solo había esquinas. Pero yo seguía,
ya no sabía si a alguien de verdad, a una imaginación de cabeza o al eco de lo
que podía haber sido una persona que había perdido hace mucho tiempo. Pero
seguí hasta que al ver la siguiente esquina que tenía que girar estaba
iluminada por algún tipo de luz y eso me hizo correr más deprisa.
Lo
que me encontré al girarla una sala enorme, recuerdo que lo primero que me vino
a la cabeza fueron los puertos de barcos, con un rayo de luz que iluminaba el
centro pero no alcanzaba a ver de dónde venía. Me acuerdo que vi hubo encima de
un arco y pensé que a lo mejor esa persona que había estado persiguiendo me
esperaba ahí, sin tener razón alguna para explicarme el sentido de aquella
ciudad. Busque la subida con la mirada pero solo conseguía ver escaleras unidas
entre si y a diferentes niveles pero ninguna llegaba hasta el suelo. ¿Cómo
pretendían los Inmortales que alguien pudiese subir hasta allí si nadie llegaba
a empezar a subirlas? ¿Y si eran mucho más altos que yo? ¿Y si podían volar? Y
así, miles de preguntas absurdas más que me hicieron perder más del tiempo que
me sobraba mientras que subía las escaleras y pasaba por debajo del enorme
arco. No sé qué paso exactamente ese momento, mientras iba yo caminando y
pensando sobre estos temas sin importancia pero en cuanto me fije donde estaba
había salido por la puerta de varios metros de altura que recordaba que estaba
en el segundo nivel. No sabía ni como lo había hecho, recordaba subir los
escalones de debajo del arco pero no tantos como para haber cogido una escalera
contigua sin haberme dado cuenta… no entendía nada pero mis deseos se
habían cumplido realidad porque solo tuve que andar pegado a la pared unos
metros y llegar hasta la humareda.
Lo prometo. Prometo que vi otra vez esas piernas que corrían, es como si
esperase a que llegase yo para echar a correr y que no alcanzase a ver más que
dos piernas (si es que eran eso, y no me lo estaba imaginando). Recuerdo que
salió corriendo por la barandilla que recorría el segundo piso y yo detrás. Me
acuerdo de salir de esa salir de esa sala mientras los enormes pilares pasaban
rápidamente a mi lado y yo miraba como con añoranza las escaleras que había en
los pisos superiores, como pensando que nunca más las iba a volver a ver y no
las había recorrido ni siquiera una vez.
Corrí por esa barandilla
kilométrica hasta que no pude más, mi cuerpo ya no tenía energía y yo
necesitaba comida y agua, que a saber donde encontraba yo eso es aquella ciudad
ruinosa. Estaba yo haciendo el amago de sentarme a descansar cuando vi unas sombras
con forma humana, estaba demasiado lejos como para ver que eran pero en cuanto
me di cuenta mis pies corrían solos. Cuando llegue ahí, otra desilusión, eran
estatuas, humanas, pero estatuas. Mire a mí alrededor ya que el paseo desde el
que me encontraba me permitía ver todo desde cierta altura y lo que vi me
horrorizo porque aquella sala estaba llena de estatuas humanas pero eran tan
perfectas que casi parecían seres humanos petrificados.
Después de acostumbrarme a su “compañía” decidí bajar por los escalones que
había debajo de mi y no sé si es por estaba más alto de lo que pensaba o de que
aquellas escaleras no eran normales pero para cuando llegue abajo tenía los
pies destrozados de tanto bajar escalones y sobretodo porque eran tan pequeños
que no me cavia el pie y me iba clavando las aristas todo el rato.
Seguí recorriendo tranquilamente la planta baja, volví a subir a la segunda,
investigué niveles superiores… hasta que cuando me iba a echar a descansar al
lado de una enorme piedra que había en el piso bajo vi que en las cristalera
que había en el fondo había un hueco oscuro, parecía el lugar donde había
estado una puerta así que pensé: ¿Por qué no? No tenía tiempo que perder,
total, tenía todo el del mundo.
Cruce aquel umbral y lo que me encontré me dejo con la boca abierta,
literalmente.
Está en el centro de dos caminos, todos ellos vigilados de cerca por enormes
leones de piedra. En el centro, en la esquina que formaban las maderas del
segundo piso había como una estatua de una persona rezando o pidiendo algo
hacia el cielo. Una vez más, las personas eran de piedra y empecé a tener cada
vez más claro que esa personas había tenido vida alguna vez porque era todo tan
real, movimiento tan veraces que eso solo podía ser así si alguien los hubiese
convertido en piedra mientras trabajaban.
Recuerdo
que los leones me hicieron sentir el ser más pequeño del mundo, te miraban tan
desafiantes, tan fieros, como si estuviesen vigilando como un gran tesoro las
piedras que separaban uno del siguiente. Lo segundo que recuerdo que me llamo
la atención fueron los enormes arcos que había por encima, arcos sin función
ninguna, a medio construir (o destruir, no lo tenía claro) y como dejaban pasar
una luz del sol, que una vez mas no alcanzaba a ver de dónde venía.
Lo
tercero que recuerdo fue que en aquella sala no me moví absolutamente nada para
ver cómo era todo como había hecho en las anteriores, sentía que no debía moverme
hasta haber tomado la decisión de que camino coger, el de la izquierda o el de
la derecha. Lo mire todo con detenimiento, intente ver el final de ambos
caminos y a veces hasta hubiese jurado que los leones giraban un ojo para
mirarme y ver si escogía su camino.
No sabía qué hacer… sentía como que era una de las decisiones más importantes
de mi vida, como si mi futuro dependiese de ello. ¿Y si alguna me devolvía a
casa? No fue buena idea pensar eso porque empecé a respirar rápidamente y mi
corazón no estaba ya como para esas emociones. Después del pequeño mareo que me
entro, conseguí recuperarme y una parte de mi cabeza decidió sin argumento
ninguno que el camino de la izquierda.
Empecé a andar y a andar, los leones iban cerrándome el camino detrás de mí
para que nunca jamás pudiese volver. Al final de todo me encontré una
puerta pequeña de madera, casi me tuve que agachar para pasarla.
Lo siguiente fue la intensa luz del sol otra vez. Estaba otra vez en la plaza
pero ya no había esquina por la que entrar y había desaparecido la puerta de
salida.
Sigo pensando, aun ahora, que si escogí el camino correcto…
No hay comentarios:
Publicar un comentario